domingo, 9 de septiembre de 2007

MANIFIESTO GUAYABISTA

“1 En el principio el Guayabo flotaba sobre las aguas. 2 A través de Andrés el Guayabo se hizo hombre 3 y habitó entre nosotros. 4 Y todos vimos que era bueno.”
Un fantasma recorre psicología. El fantasma del Guayabo. Todas las fuerzas de la vieja psicología se han unido en intelectual cruzada para acosar juntas a ese fantasma: Manuel Martínez y Mariano Rosabal, la cátedra de psicobiología y de salud, el sentido común y la simple decencia. Desde tiempos antiguos Platón planteó una cueva oscura donde los hombres encadenados no veían la realidad, sino pura ilusión. Un hombre un día escapó de la cueva, vio la realidad y llevó a los hombres la verdad de la filosofía. Pues el primo de este hombre, todavía encadenado, fue el primero en vislumbrar el Guayabo… quedándose encadenado mientras otros se liberaban. Mas no fue hasta Aristóteles que se demostró que el Guayabo no era un estado ajeno de la conciencia. A través de la más aguda ignorancia y de la más rebuznante estupidez el Guayabo se manifiesta como algo sensible a todos nosotros. Posterior a grandes pensadores, el Guayabo, aún no nombrado, habitó en las tres principales escuelas de pensamiento. Los estoicos (librémonos de todo para tener el Guayabo), los epicúreos (disfrutando el mundo guayabeamos en paz) y los cínicos (puta, que mierda con el muy putito Guayabo). Eventualmente cayó Roma. Llegó la Edad Media, la civilización caía, las personas se cerraron a la educación para simplemente poder sobrevivir. Bárbaros babosos dominaban Europa bajo la espada y el tamaño. La biblioteca de Alejandría fue quemada, y con ella la mayor acumulación de conocimientos del planeta. Edad de oro para el Guayabo. Tras diez siglos de oscurantismo guayabeador René Descartes ordena el Guayabo con su famosa máxima: “Cogito ergo sum” (pienso luego existo) y su no tan conocida secuela “No cogito ergo guayabum” (no pienso luego guayabo). Mientras tanto Baruch Spinoza era ex comulgado de su comunidad judía por sus ideas panteistas. Spinoza nunca estuvo muy de acuerdo con Descartes sobre la división mente cuerpo, y por ende la división mente y Guayabo. Spinoza pensaba en un Dios completamente omnipotente, omnipresente, omniconstituido y sin embargo completamente descerebrado y libre de toda conciencia. Hoy en día nos es muy claro, Spinoza no defendía el panteísmo, defendía el panguayabo. Unos siglos después, un joven hipnotista que no podía hipnotizar que resultó ser neurólogo que no creía en la neurología de la época logró acceder al Guayabo, este joven se llamó Sigmund Freud. A través del Guayabo Freud notó que los seres humanos no eran racionales, eran, antes que nada y más que cualquier otra cosa, puro Guayabo. Y a este Guayabo lo llamó inconsciente. En pocas palabras, el psicoanálisis es en realidad el estudio del Guayabo en nosotros. Al tiempo, John Watson se percató que la psicología se basaba en mucha racionalidad y poca acción. Redactó el manifiesto conductista solicitando a los psicólogos que se hicieran los locos a la conciencia de la humanidad y se concentraran en las conductas que se manifestaban, sin pensar, sin ensayar, sin razón ni preparación. En pocas palabras, la psicología conductual trata del estudio del Guayabo. Mientras tanto, los grandes pensadores humanistas pensaban en la forma cruel e infame a través de la cual la psicología buscaba la objetividad. Ellos se declararon a favor de la subjetividad y del Guayabo, la naturaleza humana. Tiempo después, mientras la psicología, sin saberlo, estudiaba realmente el Guayabo, y ese Guayabo flotaba sobre las aguas de la ignorancia, Andrés Dinartes, rebuznante renacentista, en el más orquestado accidente levantó orgullosamente su mano ahora libre de un anillo de mujer (Ágata si no mal recuerdo, pero bueno, estoy ebrio) y respondió a Mariano Rosabal: “¡Como Guayabo profe!”. En ese momento “el Guayabo fue nombrado”. (Garnier, 2007) Poco sabía el joven Dinartes que Rosabal preguntaba por arte clásico, y menos todavía que ese, el primer Guayabo nombrado Guayabo, estaría resonando en la puerta del director de la escuela, de la universidad, y de la razón misma. El gatillo había sido presionado. La conciencia de clase había despertado en los guayabarios contra los burgueses de la ciencia. Poco tiempo después, antes de que la ciencia pudiera prepararse, resonó otro gran golpe: “…camanances… … … …en la cara”. Así pues, nosotros guayabarios, en nuestra cruzada por una sociedad guayabista y guayalitaria, clamamos al unísono: “El Guayabo es Uno, y Choli es su profeta”. Nos negamos rotundamente a la represión inteligente del pensamiento optando más bien por la liberación del Guayabo que hay en cada uno de nosotros. Teniendo la seguridad de que un día el mundo vivirá en una sociedad guayabista perfecta. A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si –y hasta que punto- el desarrollo guayabal logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida responsable y emanadas del instinto de atención y autorreflexión. Solo nos queda esperar que la otra de las “fuerzas celestes”, el eterno Guayabo, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. ¿Quién podría augurar el desenlace final?
Jean de Merzerville
Viernes 14 de Abril del 2007

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